Continuación y fin del viaje a India.
FIN DEL TRABAJO
PARA CELEBRARLO, Y ANTES REGRESAR AL PAÍS DE ORIGEN,
NADA MEJOR QUE UNA VISITA A AGRA EN COMPAÑÍA DE LOS DEMÁS COOPERANTES Y DEL
EQUIPO DE TRABAJO.
– ¡Ogro! ¡Ogro! —Hada llamaba con los nudillos, tan
temprano que apenas amanecía, a la puerta de la habitación de Ogro— ¡Venga, que
es tarde, que nos esperan en el autobús!
– ¡Ya voyyyyyyy! —contestó Ogro al otro lado de la
puerta.
Hada esperó unos segundos y enseguida salió Ogro
vestido de pies a cabeza, con la camisa abotonada hasta el último botón,
pantalones largos y con un sombrero y
una especie de cortina sobre él que le tapaba la cara hasta los hombros, y
llevando en la mano su bolso.
– ¡Oooogro! —exclamó Hada sorprendidísima— ¿adónde vas
con esa facha?
– ¿Que adónde voy, Hada? ¿Que adónde voy? Pues a Agra
¿no? ¿No vamos a Agra hoy?
– ¡Huy! ¿Y esa pinta?
– ¿Qué pinta?
– ¿Cómo que qué pinta? Pues esa pinta, Ogro, la que
llevas —preguntaba Hada— parece que vas a sacar miel en una colmena.
– ¿Miel? ¿Colmena? Pues ni miel ni colmena. Ésta es
una pinta normal, Hada ¿no te parece? —contestó Ogro como si estuviera enfadado
con el mundo entero.
– Pues no sé qué decirte, no me parece muy normal ¿a
ti qué te pasa? —inquirió Hada con verdadera extrañeza.
– Pues me pasa que he declarado la guerra a los
mosquitos, Hada. Me pasa que estoy de ellos hasta la coronilla. Me pasa que no
me dejan en paz. Me pasa que estoy llenito de ronchas. Y me pasa que a mí no me
toman más el pelo esos mosquitos del demonio, así que me protejo —terminó Ogro.
– ¡Ah! —contestó Hada disimulando una sonrisa,
mientras observaba la cara de Ogro llena de ronchas rojas y abultadas—
¡Pobrecillo! ¡Pues sí que te han dejado bueno, Ogro; tu cara es un poema!
– Mi cara, además de un poema, me pica y me molesta.
– ¡Cuánto lo siento! —decía Hada sinceramente
conmovida por el malestar de su amigo— ¿qué pasó con el mosquitero y con el
repelente?
– Nada, no le hacen ni caso. El repelente no los
repele, Hada. Yo creo que los mosquitos de aquí engordan con el repelente que
nos trajimos. Creo que el repelente debería ser un repelente comprado aquí para
mosquitos de aquí, que seguramente no son como los mosquitos de allí —contestó
Ogro convencido de que su repelente español era absolutamente inútil para
mosquitos indios.
– ¿Y el mosquitero? —siguió preguntando Hada.
– Pues el mosquitero no sé. Me metí en la cama y me
olvidé de ponerlo. Me quedé dormido al instante, estaba tan cansado, Hada.
– Claro, ahora me lo explico —dijo Hada— Anda, ven,
vamos a ver al doctor antes de salir para Agra y él te dará algún remedio.
Así lo hicieron. Fueron al botiquín y el médico untó
la cara de Ogro con una pomada que lo alivió al instante.
– ¿Megorrr? —preguntó el médico, un joven sij que
llevaba un precioso turbante color turquesa y una barba muy bien arreglada—
¿Está usteg megorrr, mister “Orgorgo”?
– Sí, muchas gracias, señor doctor —contestó Ogro un
poco más animado—, creo que es suficiente.
– Entonces vamos, Ogro, que nos esperan ya todos en el
autobús —pidió Hada que no quería hacer esperar a sus compañeros y a los
jóvenes de su equipo.
– Sí, vamos, Hada —y Ogro la siguió hasta la salida
donde un renqueante y destartalado autobús los esperaba para hacer el viaje más
alucinante de su vida.
CAMINO DE AGRA
Dicen que en la India es más fácil conducir sin frenos que sin
bocina y eso lo comprobó Ogro al instante. Las calles y las carreteras son un
verdadero caos. Cuando salieron, a través de la ciudad, Ogro se maravillaba de
que el conductor no atropellase a nueve de cada diez personas, pues todas
andaban por la calzada como si la calzada fuera una acera más, eso cuando había acera, que era pocas veces. Entre los
rickshaws, los camiones, autobuses, los motoricksaws y vehículos de toda
condición; las vacas sagradas, camellos, perros, gatos y demás fauna callejera,
era una aventura desplazarse por la ciudad.
Ogro respiró cuando se encontraron en la carretera…
Bueno, respiró poco tiempo pues el autobús daba tumbos y saltos como si en vez
de rodar por una carretera lo hiciese de socavón en socavón. Y ésa era la
realidad. El autobús no sorteaba los socavones, simplemente los pasaba por
encima, y los había a cientos.
– No es muy cómodo esto ¿eh, Hada? —decía Ogro
mientras todos los cooperantes se agarraban como podían a los asientos y los
chicos y chicas reían sin parar y gritaban cada vez que el autobús daba un
tumbo.
Además iban literalmente achicharrados en aquel
autobús “con aire acondicionado”, es decir, acondicionado por el poco aire que
entraba a través de las ventanillas sin cristales.
– No, no es nada
cómodo, Ogro —aseguraba su amiga—, llegaremos molidos a Agra, estoy segura.
– No creo que haya conductores más hábiles en el
mundo, Hada, esto es un infierno —decía Ogro aterrorizado.
– Sí, es peligroso. Comer y conducir es lo único que
los indios hacen aprisa. Y las carreteras son infernales; que no te pase nada, es
la ley de la suerte.
– ¡Madre mía! —exclamaba Ogro aturdido— nos vamos a
desconyuntar.
– Déjate llevar, Ogro, es lo mejor, no fuerces
posturas sino mañana no te mueves y ya sabes que mañana tenemos que visitar el
monumento a Gandhi en Delhi antes de coger el avión —aconsejó Hada a su amigo.
Y Ogro pensó que si resistía las ocho horas que duraba
aquel viaje en aquel autobús, ya sería capaz de resistir cualquier cosa.
EL TAJ MAHAL
![]() |
Indio con serpiente cerca del Taj Mahal. Foto de Sara |
Al fin, a pesar de tan terrible viaje, llegaron a Agra
y fueron directamente a visitar el Taj Mahal. El espectáculo era impresionante,
sabían que jamás podrían contemplar algo
parecido en ningún otro sitio. Y había miles de personas de toda raza y
condición, entre las que brillaban los saris de las mujeres indias y los
turbantes de los sij. La policía los separaba en dos filas, a un lado las
mujeres y al otro los hombres, según la costumbre india, y además una cola para
los naturales del país y otra para los turistas.
– ¡Mira, Hada! ¡Un encantador de serpientes! —y Ogro
se paró a contemplar cómo la cobra salía de su cesto al son de la flauta y
talmente parecía que se movía hipnotizada por la música.
– Debes de darle algunas rupias, si quieres mirar,
Ogro —dijo Hada que conocía mejor que él las costumbres de aquel fascinante
país.
– Claro —respondió Ogro buscando en su bolso—, pues no
tengo ni una rupia suelta ¿tienes tú Hada?
– Vaya, lo siento, tampoco tengo ninguna rupia suelta.
Luego volvemos por aquí y se las damos ¿de acuerdo?
– Por supuesto, Hada —afirmó Ogro esperando cambiar
dinero enseguida y volver por allí para darle unas rupias.
Y se marcharon un poco mohínos porque no podían
gratificar de ninguna manera al encantador de serpientes. Pero sí le hicieron fotos. Luego se dirigieron al grupo
del guía que habían contratado para escuchar sus palabras sobre la tumba más
hermosa del mundo, mandada construir por el emperador mogol Sha Jahan en honor
de su esposa favorita.
Fue un largo y cansadísimo recorrido, y ya el calor
era insoportable así que todo el grupo decidió ir a visitar el Fuerte Rojo y a
descansar y comer algo antes de subirse de nuevo al autobús y regresar al
Centro de Cooperantes. Al volver pasaron de nuevo junto al encantador de
serpientes y buscaron unas rupias en el bolso para ponerlas en su cestita. Pero
el encantador de serpientes al verlos tapó el cesto de la serpiente a toda
prisa y dejó de tocar.
– ¡Vaya! —exclamó Ogro— ¿Por qué hace eso?
– Pues porque antes no le dimos nada. Nos ha
reconocido y piensa que nos queremos aprovechar de él —contestó Hada
depositando unas rupias en el cesto de paja de arroz que tenía a sus pies.
– Ja ja ja, Hada —contestó Ogro riéndose— qué listos
¿verdad?
– Sí, es su forma de vida, no tienen otra. Y,
naturalmente, no les gusta que les tomen el pelo.
![]() |
Marián y Sara en el Taj Mahal. Año 2008 |
Y los dos ofrecieron unas rupias al encantador de
serpientes que, al comprobar que le habían dado unas monedas, los saludó a la
manera india y se dispuso a tocar otra vez su flauta para que vieran a la cobra
salir del cesto. Pero Ogro y Hada ya no esperaron mucho, sólo unos minutos por
cortesía, saludaron también a la manera india y se marcharon al autobús.
OGRO Y HADA CENAN POR ÚLTIMA VEZ CON SUS CAMPAÑEROS
Y SUS CUADRILLAS DE JÓVENES.
El regreso fue tan penoso como la ida, pero estaban
tan cansados que, a pesar de los tumbos, frenazos y acelerones casi todos se
durmieron hasta llegar al Centro de Cooperantes donde les esperaba una cena a
todos juntos, después de la que pasarían allí su última noche.
– Vuelves prrrronto Orgorgo, Hada—decían a coro
inclinándose con las manos juntas en el pecho— Vuelves prrrronto dos —repetían
una y otra vez.
Y a “Orgorgo” se le llenaba el corazón de una gran
melancolía y estaba seguro de que los iba a recordar siempre con un inmenso
cariño.
Al terminar la cena fueron despidiéndose unos de
otros, muy emocionados y al mismo tiempo agradecidos de haber pasado aquel
tiempo entre personas tan estupendas, monitores y jóvenes se desearon
prosperidad y salud para el futuro.
– ¡Namasté, adiós Orgorgo! ¡Namasté, adiós Hada!
Shukriyá, shukriyá, gracias, gracias —decían a una sola voz mientras los
saludaban juntando las manos en el pecho y colgándoles del cuello preciosas
guirnaldas de flores.
Una de las chicas se adelantó y entregó a Ogro una
bolsa con un regalo. Ogro se sintió conmovido y la abrió inmediatamente
mientras les daba las gracias.
– ¡Oh! —exclamó Ogro sacando de la bolsa un elefante
de peluche—. Muchas gracias, shukriyá, es encantador, muchas gracias —repetía.
Otra chica hizo lo mismo con Hada mientras le pintaba
un bindi u ojo espiritual en la frente. Hada se dejó hacer y después de darle
las gracias sacó de la bolsa un camello también de peluche.
– ¡Muchas gracias, shukriyá! —agradeció Hada— lo
guardaré siempre, muchas gracias.
Ogro y Hada repartieron entre sus jóvenes algunas
golosinas y fotos para que les quedaran de recuerdo y, saludándose por última
vez, se fueron a sus respectivos dormitorios, Hada a dormir como un leño y
Ogro, seguramente, a pelearse con los mosquitos y a envolver los regalos que
había comprado para Rosa y para su mamá, un precioso sari para cada una, el de
Rosa, de color rosa, y el de su mamá de color anaranjado.
FIN
DICCIONARIO:
Bindi: dibujo redondo que se ponen las mujeres en
el entrecejo como adorno o símbolo religioso (también ojo espiritual)
Cúrcuma: especia de color amarillo, llamada también
azafrán cimarrón, que se usa para hacer curry y para condimentar muchos
alimentos en la India.
Chapati: especie de torta de harina con la que
se cogen los alimentos a modo de cuchara y que también se come.
Dhal: legumbres secas, alubias, guisantes.
Kripayá: por favor.
Namasté: hola, adiós.
Rickshaw: especie de cochecito de dos ruedas
que hace de taxi y está tirado por un hombre.
Sari: vestido típico de las mujeres en la India.
Sij: religión monoteísta que se practica en la India.
Shukriyá: gracias
Thali: bandeja para alimentos.
Taj Mahal: monumento funerario en Agra, una de
las maravillas de la arquitectura mundial de todos los tiempos.
Gandhi: Mahatma Gandhi (Alma Grande, El
Magnánimo): Llamado también Apóstol de la Paz , nació en India en 1869 y trabajó por la
pacificación de su país y por su independencia. Murió en 1948 asesinado por un
hindú.
LUGARES QUE APARECEN
Rajastán: Estado de la India situado al Noroeste.
Jaipur: capital del estado de Rajastán
Delhi: capital de la India , en Aryana.
Agra: capital del Estado Norte
Que bueno que siguio el cuento!!!lo extrañabaaaa.Lastima que ya se termina pero espero que ya estes preparando otro. Bonita foto del Taj con tu hija y Sarita !!!!.Me encantaron estas aventuras de Ogro y Hada y espero ansiosa su final aunque tambien me produce cierta tristeza pues me habia acostumbrado a ellos. Besos mi genial escritora y prima. Amaliña.
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